El camino de Santiago, según la tradición católica, tiene su origen en la historia de Santiago el Mayor, uno de los discípulos de Jesus. En el año 33 d.C. llego a Hispania para extender la nueva religión por esa zona. Al volver a Jerusalén el rey Herodes Agripa I lo mando ejecutar para contener la expansión del cristianismo en Palestina. Sus seguidores llevaron su cuerpo a España y lo enterraron en el finis terrae.
En el año 813 un eremita informo a Teodomiro, obispo de Iria Flavia, sobre una lluvia de estrellas que caía sobre un montículo. Cuando llegaron encontraron un sarcófago con los restos de Santiago el Mayor. La noticia corrió como la espuma y pronto comenzó a llegar gente de todos los rincones de la Europa cristiana para venerar al Santo. Así se inicio la peregrinación a ese campus stellae (Compostela). Así comenzó el camino de Santiago.
En mi opinión la historia del sarcófago no deja de ser una leyenda. De alguna forma se podría considerar hasta un acto propagandístico. No podemos olvidar que la «reconquista» cristiana de España comenzó en el año 722 y duró hasta el año 1492. Pero sea como sea, desde sus orígenes y hasta nuestros días miles de personas han partido hacia Santiago por uno u otro motivo. Cada una realizando su camino.
Mi camino
¿Por qué hice el camino de Santiago? Creo que la respuesta más sincera sería por curiosidad.
Comencé en Saint Jean Pied de Port, en el país vasco francés, y 33 días después llegue a Fisterra tras pasar por Santiago de Compostela. Empecé solo, pero en ningún momento me sentí así. El camino de Santiago es algo individual, cada cual vive su camino. Pero a la vez es algo compartido. Da igual de donde vengas o cuanto dinero tengas, durante el camino todas y todos somos peregrinos o peregrinas. Siempre habrá alguien que te ayude cuando lo necesites. Siempre habrá alguien con quien compartir una cerveza.
Recuerdo los bosques de Navarra, el viento moviendo el trigo en los interminables campos de Castilla, las cenas comunitarias en algunos albergues…y mucha gente entrañable de la que guardo un gran recuerdo.
Al llegar a Santiago y comenzar a ver su catedral no pude evitar que se me saltaran las lagrimas de emoción al recordar todos los buenos, y no tan buenos, momentos que había pasado hasta llegar allí.
El camino de Santiago es una experiencia única que una vez vivida siempre llevarás en el corazón. ¡Buen camino!
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