El Cairo, la victoriosa o la triunfadora traducido del árabe. Es una de las ciudades más pobladas del planeta. Capital de Egipto, es la mayor ciudad de África y del mundo árabe.
El Cairo se fundó cuando los romanos reconstruyeron una fortaleza persa junto al Nilo. Corría el año 116 d.C. Desde finales del siglo IX una sucesión de gobernantes árabes fueron dejando su huella en la ciudad. En el siglo XIII llegó el pueblo mameluco, después el otomano, más tarde el francés y finalmente el británico. Tras la revolución egipcia de 1952 el país recuperó su soberanía y El Cairo se convirtió rápidamente en la capital del mundo árabe.
La mayoría de la gente que visita El Cairo como turista lo hace dentro de un tour organizado en el que solo ve el museo egipcio, las pirámides y una pequeñísima parte del gran bazar. Pero El Cairo tiene muchos otros rincones que merecen la pena conocer.
Visita a El Cairo
Cinco días en El Cairo dan para bastante. Me quedé en un hostal no muy lejos de la plaza Tahrir. Obviamente visité el museo egipcio, uno de los más impresionantes que he visto. Lo que más me sorprendió fueron todas las figuritas de oro que se encontraron en la tumba de Tutankamón y que ahora se encontraban expuestas en el museo junto a la máscara y otras cosas más conocidas.
Las pirámides son de esos sitios que has visto mil veces en fotografías o documentales y vas a ver pensando que no te pueden sorprender. Sin embargo te sorprenden. Solo utilizando los cinco sentidos se pueden apreciar estos lugares en toda su magnitud.
Pasé un día entero recorriendo el gran bazar, una ciudad en si mismo. Merece la pena perderse en el laberinto de olores y sonidos de este gigantesco mercado en el que puedes encontrar cualquier cosa. Visité un cementerio, donde la gente vive a cambio de cuidar los mausoleos. Pero sobretodo caminé. Para descubrir El Cairo hay que caminar y abrir bien los ojos (siempre que no te pille una tormenta de arena).
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“Las limitaciones de la fotografía están en uno mismo, pues lo que vemos es lo que somos. Si la belleza no estuviera en nosotros, ¿cómo podríamos reconocerla?” Ernst Haas