Kalaallit Nunaat en idioma Inuit, tierra de los Kalaallit o Groenlandia para nosotros y nosotras. Un lugar agreste y duro, pero extremadamente bello.
Ni siquiera el pueblo vikingo fue capaz de sobrevivir en una isla en la que el 85 por ciento de su espacio está ocupado por una masa de hielo, el Inlandis. Donde sus condiciones extremas hacen que la agricultura y la ganadería se conviertan en tareas casi imposibles.
Solo los inuits, cazadores y nómadas, consiguieron adaptarse al clima groenlandés con éxito. Durante los pocos meses de verano se dedicaban a recolectar bayas silvestres, a pescar y sobretodo a cazar, principalmente focas. Al final del verano montaban el iglú y se preparaban para pasar el largo invierno prácticamente sin salir de él. Dentro del iglú podían convivir tres o cuatro familias. El calor humano es importante en estos casos.
En Groenlandia la foca es el equivalente al cerdo en España, se aprovecha todo: la piel es un fabuloso aislante que se utiliza para hacer ropa o forrar los kayaks entre otras cosas, su carne se come cruda para aprovechar todas sus vitaminas y la grasa se utilizaba como combustible para iluminar.
Los árboles más altos de Groenlandia no llegan al metro de altura. Hasta no hace mucho cualquier tronco que arrastraba la corriente a las costas de Groenlandia era un tesoro. No se quemaba. La madera que encontraban la utilizaban para fabricar todo tipo de construcciones y utensilios.
Las cosas han cambiado un poco en la actualidad, pero sigue siendo un lugar donde la vida no es para nada fácil. Prácticamente todo es importado. Hay que planificar todo con mucha antelación, lo que tendría que llegar mañana puede que no llegue hasta dentro de unos meses. En Groenlandia todo lleva otra velocidad, mucho más calmada.
He tenido la suerte de poder visitar durante dos semanas el sur de Groenlandia. Ha sido solo una pequeña introducción, pero suficiente para empezar a comprender toda otra forma de vivir. Donde cosas que para nosotros están siempre al alcance de la mano, para ellas son un lujo.
P.D. No, los iglús no son de hielo.
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